25 ago 2011

Alaska: la última frontera (o "en el culo del mundo")

Hola a todos, ¿cómo estáis? Esperamos que sigáis muy bien... :)

Como siempre, vamos a publicar la entrada con retraso... La escribimos en el avión a Chicago pero vamos a publicarla en nuestra segunda noche aquí, después de cenar, en el bar del hotel. Antes de nada, además, tengo que disculparme porque el texto de esta entrada está sin corregir. Lo escribí en el avión y es un caos. Y, en cuanto a la maquetación... mejor ni hablar. Pero eso, en general, se puede decir de todo el blog, claro está :) Ya sabéis: en casa del herrero... :)

Llevamos un lio increíble con lo de los cambios de hora. Inicialmente, en Alberta, la diferencia horaria con España era de ocho horas. Cuando entramos en British Columbia, de nueve. Y, al llegar a Alaska, pasó a ser de diez horas. Con lo cual, estamos bastante cansados, pero disfrutando mucho :)

Como ya sabéis, hemos estado varios dias en Alaska. El vuelo de Vancouver a Anchorage fue genial y el paisaje, tanto al aterrizar como al despegar, una pasada. 



El aeropuerto de Anchorage era más bien pequeño y en gran medida rústico.  Como la gente que había allí. Llamaba la atención lo grandes que eran todos. Y todos con un "algo" en común en la ropa y en el aspecto en general. Todos con barbas y bigotes largos y poco cuidados. Había muchos mas hombres que mujeres y, muchos de ellos, con bermudas y con los calcetines bien subidos, entre la rodilla y el tobillo. Y casi todos, además, llevaban chubasquero o chaqueta de manga larga. Vimos también bastantes soldados, algunos de ellos bastante jóvenes. Llamaba la atención el hecho de que había una sala especial para miembros del ejercito y también un cartel bastante grande en que agradecía a los miembros de ld fuerzas armadas su trabajo y se les
daba la bienvenida a casa. No en vano, Anchorage está marcada por la gran base militar que hay justo al norte de la ciudad. Una nota graciosa: ademas del típico cartel de bienvenida a la ciudad, web el techo del aropuerto había unas figuras monisimas de patos volando (en plan banda de pájaros migratorios, muy propio para el aropuerto y mas para el aeropuerto de un lugar tan caracterizado por su vida salvaje. Y en otro pasillo, yendo hacia la salida, Había en el techo unas luces que creban un  efecto peculiar, tratando de emular las luce de la aurora boreal.


Fuimos a AVIS para recoger nuestro coche de alquiler. Horas atrás tuvimos que dejar el Hyundai Elantra que tan a gusto llevamos en Canada. Era cómodo de conducir pero, ademas, tenia una cosa que me encantaba: tenía calefacción en los asientos delanteros. Le dabas a un botoncito y era como una almohadilla eléctrica condos intensidades. Un autentico placer... Y modorra asegurada, claro... :) Me imagino que Regina (mi hermana) si lee esto estará pensando "¡qué maravilla!" Y es que, por supuesto, nos acordamos de ella. Y, desde luego, en estas
tierras esta mas que justificado y debe ser un placer subir al coche en pleno invierno con 40 bajo cero, y poder darle a la calefacción así... :)

Cuando recogimos el coche, resulto que no había GPS, aunque se suponía que estaba reservado. Sin embargo, la chica nos tranquilizo y nos dijo que iba a ser muy fácil mover os por allí porque no había mas que dos
highways, una al sur, por la que teníamos que ir a Seward, y otra al norte, que era la que había que seguir par llegar a Talkeetna. Y, en parte, tenia razón. Pero para para llegar al centro de la ciudad de Anchorage y movernos por allí esa tarde no hubiera estado de más tener un GPS, porque un poco complicado si que resultó. Y no porque Anchorage sea una gran ciudad sino porque, por una parte, esta vez no llevábamos una buena guía del lugar (la Lonely Planet de Canadá era genial). Por otra parte, porque la señalización era bastante mala. Y, por ultimo, porque la estructura de la ciudad era muy peculiar. La parte del centro no tanto, pero el resto estaba formado por un conjunto de casas extraordinariamente dispersas y distribuidas con muy poca coherencia. 


Tatín estaba alucinado porque decía que lo que estábamos viendo no tenia nada que ver con las fotos de Anchorage que habíamos visto en la guía y en los folletos. Y, en efecto, así era: siento decirlo tan crudamente, pero la imagen que nos hemos llevado de Anchorage es la de una ciudad de mala muerte. Digamos poco acogedora, por no decir inhóspita. A la mala imagen de la ciudad e unió el hecho de que hacia a bastante mal tiempos, bastante frío, lluvia y mucha humedad. Pero, sinceramente: no era sólo por el tiempo, ni mucho menos... :)






Entramos a comer en un restaurante llamado Runrunner's. Un local enorme en pleno centro, ambientado en el mundo de los piratas (ya se sabe, los piratas y el ron van unidos), aunque también tenia algo de bar de camionero, por algunos detalles como los carteles graciosos colgados en las paredes o el anuncio buscando chicas para el calendario de 2012 :) 

Por cierto, si ampliáis la foto en la que salimos Tatín y yo (con cara de frío) veréis que a la derecha, justo encima de Tatín, se ve a un hombre trepando hacia el techo, ¿no? Bueno, pues no es un camarero subiendo al techo a cambiar una bombilla, sino que, supuestamente es un pirata en pleno abordaje). Vamos, que el sitio no tenia desperdicio. 



Comimos muy bien o, por lo menos, abundante. Yo me comí la primera hamburguesa de todo el viaje porque, por una parte, la mayoría de la carta estaba formada por hamburguesas y, además, porque el frío pedía una comida contundente. Tatin, ademas, se pidió una Alaskan beer. Yo solo pude comerme la mitad del plato, pero estuvo muy bueno y a los dos nos sentó fenomenal.

   

























Después de comer, dimos una vuelta por el centro y contemplamos los que (creo) son los dos únicos monumentos relevantes: la casa de madera más antigua de Anchorage y la estatua del perro Balto (un perro-héroe que llevó medicamentos a no sé qué sitio apartado a donde nadie podía llegar). ¡Después de miles de kilómetros por fin pudimos conocer a Balto! :))

Hay que admitirlo: Anchorage no es lo que se entiende normalmente por una ciudad turística ;)


La mejor atracción de Anchorage la vimos justo después, pero no salía en la guía. Antes de irnos, a lo lejos, vimos el puerto y yo quise que nos acercásemos. Pero en lugar de ir al puerto, en seguida nos encontramos con el mar en otro punto de la ciudad (cerca de la casa más antigua de madera). El cielo estaba completamente gris y el mar estaba más gris aún. Completamente plomizo.






De entrada, al mirarlo, el mar era tan gris como todo lo demás. Un mar gris en un día gris, ¿no?






Pero tenía algo rarísimo. Yo le dije a Tatín que eso no parecía el mar. Pero, por lógica, tenía que serlo. No se movía, no se oía... no tenía profundidad. Era como de mentira. Y es que, realmente, no era el mar. El mar empezaba mucho más lejos. En ese momento no lo entendimos. Pero al salir de la ciudad, volvimos a acercarnos y ya quedó claro: no era el mar, sino un barrizal tremendo. Una extensión inmensa de arenas movedizas creadas por las mareas, que en esas zonas son, por lo que leí después, son bastante fuertes.  




Nos quedamos impresionados. Desde luego, fue lo más impactante del día porque llegar al mar, verlo en toda su extensión y que, realmente, sea todo barro... es impresionante.





   

Por cierto: en la señal de las arenas movedizas, ¿habéis visto un agujero? Pues ese agujero sí es lo que parece: un balazo. Y, sorprendentemente, muchísimas señales están llenos de agujeros así. Y son, de verdad, agujeros de bala porque en algunos sitios están incluso los restos de los cartuchos. Algunas señales, están totalmente acribilladas. No les hemos hecho fotos, pero sí tenemos alguna muestra más.

Y, hablando de señales, desde que llegamos a Canadá empezamos a ver señales que ni por asomo encontrarías en España. Pero, desde luego, las que hemos visto en Alaska se llevan la palma:













Después de "recorrer" Anchorage, nos pusimos en marcha, cogiendo la carretera en dirección a Seward. Hicimos una parada para hacer una pequeña excursión en el Chugach National Park. Muy agradable. El bosque era muy bonito. Diferente del que habíamos visto en Canadá: menos espeso, pero con más matorral y no había abetos, sino árboles de hoja caduca.








De camino a Seward, el tiempo fue más bien malo, lo cual hacía que el paisaje pareciese todavía más agresivo, más inhóspito. No era bonito, desde luego, pero era diferente a todo lo que habíamos visto hasta ahora. Tatín decía que al verlo así, con este tiempo, estábamos conociendo el paisaje en su máxima expresión. A mí, en cambio, me hubiese gustado poder verlo también con sol.

Conforme fuimos avanzando hacia el sur, sin embargo, el paisaje fue cambiando. Poco a poco, empezamos a ver más y más verde a nuestro alrededor. Después, montañas y, además, árboles. Pero, así como en Canadá prácticamente no se veían arbustos y era todo bosque muy espeso, aquí era al revés: los arbustos lo cubrían todo. Sobre todo, la parte más alta de las montañas. Era diferente, pero esto sí: muy bonito.






En cualquier caso, la sensación era la misma desde que llegamos a Anchorage: estábamos en el culo del mundo :D En las regiones de Canadá, como en los estados de USA, cada uno de ellos tiene una especie de lema que en cierto modo lo describe y que va inscrito en las matrículas de todos los coches. Cuando estuvimos en Alberta, el lema es The pimrose country. En British Columbia es the best place on earth.  Y en Alaska es the last frontier. Desde luego, muy acertado...















Cuando llegamos a Seward, todavía era de día y esta era la vista desde nuestra habitación:






El día había sido peculiar y la bienvenida a Alaska, un poco hostil. Pero, aun así, lo disfrutamos. Dormimos a pierna suelta y nos preparamos para el día siguiente, que iba a ser estupendo pero agotador.

En cuanto podamos, terminaremos de contaros Alaska...

¡Muchos besos!